jueves, 15 de septiembre de 2016

Sombras de amor en la FAD





Sombras de Amor en la FAD

Por: Emiro Gamarra

Dedicado al lugar donde las grandes historias se dibujan más que a lápiz y papel, la Facultad de Arquitectura y Diseño Gráfico (FAD)

La historia de un estudiante regular de Diseño Gráfico que entirro al amor de su vida. Una CNU de Arquitectura, a quien el destino termino por desterrar de la FAD.






No sé que pude haberle hecho, pero a veces creo que el destino me odia.


10 de marzo de 2010.


De haber podido apagar mi vida en ese instante, hasta el interruptor hubiese llorado, por no haber sido capaz de quedarme para verla partir. Hoy, es el aniversario del día en que saque la tinta de mis más oscuras lágrimas, para tatuarme por siempre mi dolor en su ausencia. Se mancho mi alma, no había vuelta atrás. Nunca pensé que decir adiós sería tan difícil, Ainna.

Ahora he estado husmeando entre las sombras de mis recuerdos para intentar llenarme de esos momentos lindos en los que solo éramos tu y yo, donde el tiempo juntos era una eternidad y las distancias eran simples números, esos momentos que nos hicieron protagonistas de los más espectaculares capítulos de nuestras vidas. Una historia de LUZ en la que el sol nos traiciono y termino por oscurecer nuestros caminos, esa que comenzamos a escribir aquel 4 de octubre.






Capitulo 1: La bienvenida tirrorista 


Recuerdo ese primer día de clases como si acabara de vivirlo. Yo estaba desde muy temprano en la avenida, esperando la pasada de un bus medio vacío, mientras desayunaba los gases tóxicos que emitían los ya colapsados de almas acostumbradas al mal servicio.

Esa mañana estaba muy ansioso por llegar temprano, claro, ya había guardado el tirro en mi bolso para recibir a los CNU en su bienvenida a la FAD. El último paro de clases me había hecho perder un semestre completo. Eso ya no era extraño en la universidad, pero aun así nunca pensé en renunciar a la mejor carrera del mundo.

No sé porque tenía el presentimiento de que alguien me esperaría en la Facultad.
Ese lunes había mucho tráfico y no me quedo de otra que seguir mi rutina de resistencia habitual, ósea, irme colgado de la ventana de un bus del Mojan.

Llegue a la entrada de la Universidad despeinado y siendo 2 bolívares más pobre. Cruce el portón de la FAD y ahí estaban todos. Había una aglomeración de estudiantes fácilmente identificables como CNU ya que sus caras de perdidos y de no saber qué hacer, los etiquetaban como ¡los nuevos! Cualquiera de estos “corderitos” seria en algún momento una víctima de la tradicional bienvenida a la Facultad. Y entonces fue ahí donde todo comenzó.  

En el campus todo estaba aparentemente tranquilo. Parecía solo otro día de clases común, ¡parecía! Hasta que se comenzaron a ver bajar por las escaleras a estudiantes regulares que traían a los nuevos amarrados de manos y piernas envueltos con tirro. Los hacían dar brinquitos hasta un poste a una distancia de 10 metros donde se tomaban una foto con ellos y luego los liberaban. Todo era una fiesta donde se veían a chamos amarrados en las bases de los árboles y a chamas amarradas en las bancas de la plaza. Habían unos que corrían por sus vidas como si extraterrestres intentaran asesinarlos con tirro, mientras que otros simplemente colaboraban con su bienvenida e incluso posaban para la foto del recuerdo. Y ahí estaba yo, buscando en quien desperdiciar mi tirro para vengarme de la bienvenida que me habían dado un año atrás.

Me dispuse a subir a las aulas del segundo piso donde trataban de sacar a los CNU de sus clases con complicidad de algunos profesores. Aunque habían muchas aulas, no sé porque decidí entrar en la A4 donde traían a una chica sujeta por los brazos. Pude haber tomado a cualquier estudiante del aula, pero esta chama tenía algo que atrajo mi atención al verla y pensé que sería buena idea ser el primero en darle la bienvenida. Entonces cuando trate de amarrarle las piernas, comenzó a lanzar patadas en todas direcciones y me dio una en la cara que casi me dejo inconsciente. Solo recuerdo haber caído en el pasillo al lado de los casilleros que detuvieron mi encuentro con la pared, nunca supe donde fue a parar el tirro que tenía en la mano.  

Varios de mis compañeros del momento se acercaron rápidamente a ayudarme mientras la chama asustada huyo para evitar ser amarrada.

Mi cara hinchada ya era más que suficiente para ignorar la furtiva bienvenida que terminaron por darme a mí. Pero tenía el presentimiento de que en cualquier momento me volvería a tropezar con la curiosa chama de los pies de metal.

Luego del incidente, entre a las clases que me correspondían esa mañana. Me estaba matando el frio, las aulas parecían la morgue, tenía hambre y de paso me dolía la cara. El reloj marco el medio día. Ya el hambre se había puesto gruñona y salí de la FAD hasta el comedor, donde me dieron la noticia de que no había agua y por ello no habría comida ese día. Lo peor fue que ese lunes no lleve plata ni para comprar un vaso con hielo.

Me fui nuevamente a la FAD y me senté en un lugar lejos para que nadie notara que traía una huella de zapato en mi inflamada cara. Entonces vi que alguien se acercaba deprisa con una expresión de culpa en el rostro. No sé si fue infortunio o suerte,  pero para mi sorpresa, era ella, y estaba allí, a un par de centímetros de mí.

Entonces fue con ese acento extraño que la escuche pidiendo disculpas.

    --- Chamo que pena contigo, tenia rato buscándote, lo siento mucho ¿te di muy duro vale?

--- La verdad sí, pero tranquila, los dientes que me tumbaste todavía eran de leche. Y tengo seguro odontológico en el CDI.

    --- Confiro, no es gracioso vale. De verdad discúlpame, no fue mi intención, aunque ustedes tuvieron la culpa por atrevidos porque me querían amarrar en quien sabe qué lugar.

--- No exageréis, nosotros solo te queríamos dar la bienvenida tradicional a la Facultad. Por cierto, ¿Vos no sois del Zulia verdad?

    --- No vale, yo soy de Anzoátegui. Pero me vine acá a estudiar Arquitectura. ¿Se me nota mucho que no soy del Zulia?  

--- ¡No vale! no se te nota tanto. Mientras no habléis sois una Zuliana más.

    --- Hay gracioso, sabes que, mejor busco un hielo porque supongo que no te has puesto nada allí y no quiero sentir culpa cada vez que te vea ese arcoíris en la cara.

--- Bueno, anda. ¿Pero con esa patada que esperabas? Yo sentí un rayo, me quedo un arcoíris y eso sin mencionar que falto la lluvia. Creo que te vais a sentir culpable por un buen rato.

    --- Tonto. Ya vuelvo. No me des razones para no volver.   

--- Espero que volváis. No me voy a mover de aquí si no te veo de nuevo. ¿Todas las orientales son así de rudas?

    --- Creo que no te quieres mover de aquí por un buen rato ¿No?

--- Hahaha. Así te vais a sentir doblemente culpable.

    --- Tranquilo vale, yo siempre regreso. Espérame acá. No te vayas.

--- Te esperare, anda.  

Y entonces se fue. Recuerdo aquella conversación como si la escuchara a diario. Jamás he olvidado la frase “yo siempre regreso”.

Todavía tenía mucha hambre y tal como lo dijo, cinco minutos más tarde volvió con mucho hielo en un vaso. Me lo dio y me coloque un trozo en la cara, mientras con la otra mano me comía el resto del hielo. Eso a ella la hizo enojar mucho y me dio un regaño del tamaño de la patada.

    --- Mira vale, no lo traje para que te lo comas. Otro día te lo traigo con refresco y pizza, y espero que uses la pizza caliente para que te bajes la hinchazón de la cara.

--- Disculpa, no te molestes, es que tengo un poco de hambre. Y no sería mala idea tu propuesta, eso es una cita. Vos invitáis.

    --- Si claro, con lo mal que ya me caes yo misma te haría el favor de pegarte la pizza en la cara y lo más que te puedo invitar es al comedor.

--- Odiosa, bueno si ya me pegaste una patada en la cara no veo por qué no harías lo mismo con una pizza. Y supieras que la comida de allí no es tan mala, claro no es como la hecha en casa y la cantidad es holocaustica, pero muchos acá se benefician de eso. Ahorita está cerrado, pero de todos modos puedes invítame a Macdonals si prefieres. Y dudo que yo te caiga tan mal, de ser así no estarías aquí conmigo.   

    --- No quise menospreciar los beneficios del comedor, fue solo un decir. Y la verdad no te haría eso, no soy tan cruel como tú crees vale. Y si, tienes razón, estoy aquí contigo porque siento mucho lo del incidente de esta mañana, además eres el primer chamo con quien converso en la universidad.

--- En ningún momento pensé que vos sois cruel, ni que me fueses dado una patada en la cara cariño.

    --- ¡Hay vale! deja tu odiosidad, ya me disculpe y te traje hielo, ¿que mas quieres?

--- Nada chica, te estoy fregando la vida. ¿Entonces soy en primer chamo que conocéis en la Facultad? Pero yo todavía no se tu nombre, yo soy José David, mucho gusto.

    --- Mucho gusto José David, mi nombre es Ainna.

--- Hmm Ainna, bonito nombre.

    --- Gracias.

Entonces de a poquito y sin darnos cuenta la conversación se extendió y  parecía tornarse eterna. Fue como detener un tren transportador de tiempo en el que lograron entrar millones de palabras, con las que hablamos de todo y nos empezamos a conocer. El clima agradable se prestaba y nuestra soledad juntos era la mejor compañía. Ya en el brillo sus ojos y en la curva de su sonrisa podía notar que yo le agradaba, aunque según ella, le caía mal. Yo supuse que mentía. En ese momento lo que si no sabía era porque presentía que estaba en un buen lugar y al pasar los segundos me inquietaba extrañamente la presencia de esta chama. Creo que estaba comenzando a agradarme también.

La muy masoquista saco de su bolso el tirro que yo llevaba en la mano cuando ocurrió nuestro incidente y me lo devolvió alegando que lo había guardado para luego buscarme y regresármelo. Nunca me dijo donde lo encontró. Le pregunte que si le habían logrado dar la bienvenida a la Facultad y me dijo que no porque se había escondido de los “tirroristas”. Luego le dije amablemente que yo quería darle la bienvenida ya que no había podido dársela a nadie por lo del golpe. Suponiendo que eso la haría sentir culpable, lo pensó unos segundos y después estuvo de acuerdo, solo para complacerme.

Mentiría si digo que no disfrute ese momento. La entirre en la banca donde estábamos sentados y me tome varias fotos junto a ella. La deje un buen rato ahí amarrada como venganza por la patada mientras ella me suplicaba entre risas que la soltara. Luego la solté porque le estaba pegando el sol y no sé porque se me dio por preguntarle la edad, y para mi sorpresa me dijo que precisamente estaba de cumpleaños ese día. Yo recordé que en la FAD también era costumbre entirrar a los cumpleañeros y así fue entonces como la felicite en su día amarrándola a la banca por segunda vez consecutiva y hasta le cante el cumpleaños por jodedera.

Qué irónico, tantos problemas para entirrarla la primera vez y al final termine por hacerlo dos veces el mismo día. Cosas graciosas de la vida que solo les ocurren a dos personas. Después de compartir casi toda la tarde con ella, por obvias razones nos tuvimos que despedir. Ya era tarde y la acompañe hasta la salida de la universidad caminando lo más lento que pudimos mientras íbamos hablando cualquier cosa que nos falto y fue allí donde tomamos por primera vez caminos diferentes. Lo peor fue que en ningún momento le pedí su número de teléfono y solo la vi perderse lentamente en la distancia del andar.

Bajándome del bus comencé a caminar hasta mi residencia, pensando en todo lo que me había ocurrido ese día. Recordé que en la mañana había tenido el presentimiento de que alguien me esperaría en la FAD, pero no fue así, y al contrario, a la Facultad llego alguien a quien al parecer yo estaría esperando desde hacía mucho tiempo. Alguien que creía cambiaria mi vida. No sabía porque tenía un buen presentimiento de aquel primer encuentro, aunque de lo que si estaba seguro era de que tarde o temprano nos volveríamos a encontrar.

Todos mis pensamientos posteriores estaban orientados hacia ella. Ainna era una chama espectacular. La morena más hermosa en la que estos ojos jamás habían tenido la oportunidad de posarse. Tenía una mezcla de odiosidad y sensibilidad, feminidad y rudeza, encanto e inteligencia, además de una cautivadora sonrisa de primera clase. La verdad tenía todo lo que un clase media baja no podía comprar sin dinero. Y ese era yo, que todavía no sabía que tan baja era mi clase social, pero de lo que si estaba seguro, era de que la amistad podía comprar un corazón incluso sin pagarlo.

Ya casi me había abrazado la noche cuando llegue a la residencia. Quería adelantar el tiempo de un pestañeo para estar nuevamente en la universidad. Creo que comencé a entender el porqué no dejaba de pensar en ella, y ya había encontrado razones para no dejar de hacerlo. En ese momento empecé a sentir cosas en mi estomago, y en realidad me fuese gustado que hubiesen sido maripositas. La verdad era el hambre que cargaba encima.

Pase minutos en la cocina y horas dibujando en la cama. La cara todavía me dolía. El insomnio me decía que tal vez ella también estaría pensando en mí, hasta que el sueño me venció y me quede dormido.






Capitulo 2: El teléfono


Había llegado tarde esa mañana a la facultad. Como todo estudiante real de Diseño Grafico, no tuve un descanso completo durante la noche. Mi teléfono repico temprano un par de veces aunque me volví a quedar dormido y siquiera me dio chance de hacer desayuno cuando me desperté a las carreras. Otra vez andaba en la universidad con lo único que en esta vida se va y luego regresa, el hambre.

Ese día no estaba dispuesto a dar muchas vueltas por la FAD. Yo solo quería ver a Ainna para conversar con ella y pedirle su número de teléfono. Así que me senté en el único lugar por donde sabia que obligatoriamente tenía que pasar, la escalera.

Pasaron los minutos y ya la impaciencia me comenzaba a aburrir. Me canse de ver caras raras, gente con muchos tatuajes, chamas con el pelo de colores, chamos con aros en la nariz, una chama me tropezó con una carpeta toda decorada con carabelas y dibujitos chinos. La mayoría estaban todos vestidos de negro e incluso habían otros que parecían zombis maquillados con muchas ojeras. Ahí vi de todo, pero nada parecido a Ainna.

En la FAD siempre era muy común ver todas esas cosas. No por nada se le conocía como la “Facultad de los locos”. Tal vez yo no era la excepción, pero lo sabia disimular. Solo era cuestión de conocer a las personas para darse cuenta de que era la comunidad de los más cuerdos. La gente de las ideas.

Me levante de la escalera para dejar de obstruir el paso y evitar hacer notar mi retrasada cultura pueblerina. Subí a ver si Ainna estaba en una de sus clases considerando la posibilidad de que hubiese llegado primero que yo a la universidad. Pero no, no estaba por ninguna parte.





Continuara...





La publicación completa de la obra la haré en mi cuenta de Twitter @Moralejista 




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